Las alteraciones del COVID-19 engloban una amplia gama de síntomas, que van desde déficits cognitivos (problemas atencionales, fallos de memoria, enlentecimiento en el procesamiento de la información, dificultades en las funciones ejecutivas), hasta alteraciones psiquiátricas, relacionados con la ansiedad, depresión y los trastornos del sueño. Junto con las dificultades respiratorias, la fatiga tras el COVID-19 se destaca como otro de los síntomas más frecuentes. Según estudios recientes, alrededor del 15% de las personas que han experimentado la infección sintomática desarrollan lo que se conoce como COVID persistente o “Long COVID”, siendo más frecuente en mujeres.
¿Qué es el Long COVID?
Poco después del inicio de la epidemia de COVID-19, se hizo evidente que cierto grupo de individuos que habían contraído la infección continuaban experimentando síntomas. Desde entonces, la comunidad científica ha estado trabajando para organizar el conocimiento en torno a este fenómeno.
La expresión «long COVID» incluye tanto síntomas persistentes como nuevos síntomas que emergen después de la infección. Sin embargo, la denominación «COVID persistente» resalta la permanencia de ciertos síntomas presentes en individuos con antecedentes de una infección confirmada o probable por el virus SARS-CoV-2, generalmente alrededor de tres meses después de la aparición del COVID-19. Los síntomas deben durar al menos dos meses y no pueden ser explicados por otro diagnóstico. En adultos, los síntomas más comunes abarcan fatiga, dificultad respiratoria y disfunción cognitiva. En Neurocrecer, realizamos tratamientos para el COVID-19.
El último informe del comité de expertos de la OMS estima que alrededor del 15.2% de las personas que sufren infecciones sintomáticas desarrollan esta variante prolongada del COVID-19, o lo que es lo mismo, más de un millón de personas en España pueden presentar sintomatología posterior a la infección. Esta enfermedad es independiente de la gravedad inicial de la infección, afectando tanto a pacientes con síntomas leves como a aquellos con síntomas moderados o severos. Aunque puede afectar a individuos de todas las edades y géneros, el 80% de los casos de COVID persistente son mujeres, en torno a los 40 años y sin problemas de salud previos.
Según los datos aportados por la Sociedad Española de Medicina General y de Familia (SEMG), la gama de síntomas que el Long COVID presenta es amplia y variada, con hasta 201 síntomas documentados entre los que se encuentran: el malestar general (95,5%), la astenia (95,9%), cefaleas (86,5%), bajo estado de ánimo (86,2%), dolor muscular (82,8%), fiebre (75%), fallos de memoria (72,6%), falta de concentración (78,2%), ansiedad (75,5%), dolor articular, dolor torácico, dolor de espalda, dolor de cuello, presión en el pecho, disnea, tos, diarrea, etc.
Mecanismos de producción del Long COVID
El origen de los cambios en el sistema nervioso central (SNC) tras el COVID-19 aún no está completamente claro, y existen diversas teorías sobre los mecanismos que pueden producir dichos cambios:
- Tormenta de Citoquinas: La presencia de niveles elevados y anómalos de inflamación entre los afectados.
- Persistencia del virus en el cuerpo, generando una infección crónica o latente. Se ha detectado el virus en varios órganos, incluido el cerebro, hasta 7 meses después de la infección.
- Alteración inmunitaria resultado de una respuesta desmedida y mantenida en el tiempo del sistema inmunológico ante el virus.
- Hipoxia, o falta de oxígeno en el cerebro debido a los problemas respiratorios experimentados durante la fase aguda de la infección.
Un número creciente de estudios ha revelado que el virus accede al Sistema Nervioso Central a través del bulbo olfatorio, área interconectada con estructuras relacionadas con la cognición y las emociones. De entre los cambios estructurales que han sido identificados tras la infección por COVID-19, se ha evidenciado una disminución en el tamaño del cerebro y una reducción de la materia gris en regiones relacionadas con la memoria y las áreas olfativas. Otros hallazgos respaldan cambios en la conectividad cerebral, como una menor conexión entre áreas hipocampales bilaterales, regiones orbitofrontales bilaterales y en el cerebelo. Otros estudios han observado una disminución en el metabolismo en ciertas áreas cerebrales, así como la relación entre el daño neurológico y el deterioro cognitivo.
Impacto Neuropsicológico del Long COVID
Las repercusiones neuropsicológicas de la variante prolongada del COVID-19 engloban una diversidad de síntomas, que incluyen tanto déficits cognitivos como alteraciones en la salud mental. Entre estas últimas destacan síntomas de ansiedad y depresión, además de trastornos del sueño, posiblemente ocasionados por diversos factores vinculados a la pandemia en general y a la enfermedad en particular.
La literatura actual estima que más de la mitad de las personas afectadas por el Long COVID (entre el 54% y el 65%) experimentan deterioro cognitivo tras la infección. La expresión «neblina mental» se ha empleado para describir las dificultades cognitivas comunes entre aquellos con COVID persistente, como la incapacidad para concentrarse, pensar y razonar, recordar información, procesar datos y comunicarse.
Además de la neblina mental, predominan alteraciones y/o déficits en la atención, incluyendo la bradipsiquia o enlentecimiento en el procesamiento de información, así como dificultades en la memoria y las funciones ejecutivas. En menor medida, se presentan perfiles cognitivos más específicos, con impacto en un solo dominio, resultando en dificultades principalmente en la atención.
La fatiga es uno de los síntomas más recurrentes en esta afección, se describe como una abrumadora sensación de cansancio tanto físico como mental, y afecta al 41.4% de los pacientes. Los niveles de fatiga son extremadamente variables, fluctuando de semana a semana, de un día a otro e incluso de una hora a otra, lo que complica la gestión de la vida diaria y ejerce influencia en la motivación, el estado anímico y la función cognitiva de los afectados. Esta manifestación puede ser profundamente incapacitante y contribuye significativamente a una disminución en la calidad de vida.
Intervención Neuropsicológica en Long COVID
En busca de ayuda y respuestas, los pacientes están encontrando en la neuropsicología una disciplina que proporciona herramientas para describir y cuantificar algunas de las secuelas más limitantes así como identificar y abodarlas las cuestiones emocionales en relación a la enfermedad.
En esta linea de intervención, se están aplicando herramientas terapéuticas típicas de la neuropsicología clínica. Estas intervenciones incluyen la evaluación exhaustiva de las funciones cognitivas de la persona afectada por Long COVID y su posterior propuesta de intervención. Esta comienza con la modificación o reajustes en el entorno, como la reducción de distracciones, la simplificación de tareas y la definición de objetivos acordes a las capacidades de la persona; la incorporación de ayudas externas para la memoria puede resultar beneficiosa durante este proceso para casos en que lo puedan requerir. Sin embargo, es importante ajustar la estimulación cognitiva considerando la resistencia a la fatiga, para evitar un agotamiento innecesario en la realización de estas actividades.
La evidencia científica corrobora la importancia del acceso temprano a los Programas de NeuroRehabilitación para minimizar las posibles secuelas así como maximizar los resultados de los tratamientos.
Si usted o su familiar han sufrido COVID-19 y presentan algunos de estos síntomas, no dude en contactarnos para agendar una valoración inicial gratuita donde podrá resolver todas estas cuestiones.